lunes, 7 de mayo de 2012

Soledad.

"Es mentira que la soledad sea llevadera. Sirve si la eliges. Si no, es un látigo. En el silencio, la soledad puede ser un rumor insoportable. Hay un momento en que su eco retumba como la historia, y entonces te refugias en el hueco del ruido, entras en él despavorido, buscando huir de este silencio. Hace años, en Asuán, en medio del mercado, me encontré solo a un extranjero oyendo el griterío del que era incapaz de distinguir un solo vocablo. "Es lo que quiero", me dijo, "escuchar, pero no saber". El ruido es la huida, acaso por eso uno no escucha, porque viaja en el ruido. Y la soledad se toca, no es tan solo el sentimiento pavoroso que agita la mano de adiós cuando lo demás se nos escapa. [...]
El otro día, en el aeropuerto de Barcelona, y en los aeropuertos la gente se guarda las palabras como si fueran dinero, una camarera le hizo una broma a un cliente calvo, y este respondió riendo también, y devolviéndole la broma. "No, claro que no sé lo que vale un peine". "Ah", dijo la camarera, muy sorprendida, "usted es de los que hablan."
Julio Cortázar decía que conversar es llenar las almohadas del silencio. Ahora que lo pienso, y ya que vienen en mi socorro esas almohadas, el silencio de veras viene cuando no viene el sueño.
La soledad es entonces estar despierto, hablando a solas."


Juan Cruz, en El País, 5 de mayo de 2OO5.


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